Las personas más felices suelen tener una autoestima más alta, una buena autoestima, entendiendo por tal el valor emocional, el aprecio y la consideración que nos damos a nosotros mismos, a nuestra identidad. Estimarnos es, además, sentirnos responsables ante nosotros mismos, aceptar la responsabilidad de nuestros actos y aceptar que nuestra conducta depende de las elecciones que tomamos y no de circunstancias externas. La autoestima se forma progresivamente a lo largo de la vida del individuo y ya desde la edad temprana. Fundamentalmente son tres los elementos básicos en su formación:
• la valoración que realizamos de cómo nos va la vida con relación a lo que esperamos, a las expectativas;
• la información que nos llega de los demás, tanto de los adultos (padres, profesores), en los primeros años, como de los compañeros y amigos a partir de los 9 o 10 años;
• el estilo cognitivo mediante el que nos evaluamos, es decir, si somos capaces de reconocer en nosotros aspectos positivos o no. Es el juicio interno que tenemos de nosotros mismos. La capacidad de conceptualización aumenta con la edad y de ahí que la manera de autoevaluarnos también esté así mediatizada. Los pequeños valoran en primer lugar los aspectos físicos, luego lo que poseen, posteriormente sus habilidades y por último, ya de adolescentes y adultos, las características personales en términos abstractos.
Los aspectos más relevantes sobre los que solemos evaluarnos son:
a) Como persona integrante de una familia: los seres humanos necesitamos sentirnos aceptados, valorados, ayudados y queridos. Acostumbran a bajar la autoestima la culpabilización, el rechazo, el abandono y la falta de demostración afectiva.
b) Como individuo productivo: sea en la vida académica o en la laboral nuestras expectativas deben ser realistas y alcanzar un satisfactorio nivel de realización.
c) Como individuo social: necesitamos la valoración, el aprecio, la aceptación y la estima de nuestros iguales. Necesitamos experimentar sentimientos positivos en la relación social.
d) Como individuo físico: tanto la apariencia como las habilidades físicas conforman la imagen corporal, lo cual es un elemento importante entre los aspectos que se suelen integrar en la autoestima.
Autocontrol de la conducta
Las personas más felices suelen tener un mejor autocontrol de la propia conducta, es decir, llevan a cabo con mayor frecuencia a buen término aquello que se proponen. Tienen una mayor capacidad de esfuerzo y una mayor constancia en él. Algunos ejemplos de falta de autocontrol de conducta son: cuando nos proponemos levantarnos a las 8 y lo hacemos a las 9, o el estudiante que continuamente se propone estudiar más y después no lo hace, o aquella persona que se apunta a un gimnasio y después no va nunca. Otro ejemplo más: el de aquel que llega tarde y cansado a casa y es capaz de cenar sin agua, aun cuando quiere beber, con tal de no levantarse de la silla. En todo caso es importante subrayar los cuatro aspectos que dificultan la mejora del autocontrol:
1. La falta de unos adecuados hábitos generales de esfuerzo y constancia.
2. La impulsividad, es decir, el hábito de actuar sin evaluar las consecuencias, ni a corto ni a largo plazo, del propio comportamiento y de sus diferentes opciones.
3. Los pensamientos negativos que suelen tener los menores (y en algunas ocasiones los mayores) en el preciso momento de realizar el esfuerzo o ponerse a hacer aquello que tanto les cuesta.
4. Las creencias comunes en nuestra sociedad en relación con el esfuerzo, el trabajo, la perseverancia, etc. Parece que del mismo modo que está muy extendida la idea de que «si soy más rico, seré más feliz», también lo está la idea de que «es terrible tener que esforzarse» o la de que «esforzarse es de desgraciados». Sin embargo, también juegan en contra de la mejora del autocontrol las creencias sobre lo tremendamente positivo que será obtener lo que uno desea. En ocasiones, el menor se debate entre lo celestial y fantástico de poder hacer o tener esto o aquello y el horror, lo infernal, de no poder tenerlo o hacerlo. «Si lo quiero, lo tengo que tener (o poder hacer). Es absolutamente insoportable que no sea así.»
El autocontrol de la conducta está relacionado con la autoestima directa e indirectamente, y depende, al menos en parte, del tipo de lenguaje que empleamos con nosotros mismos. El autocontrol de la conducta es de suma importancia en el proceso evolutivo de las personas.
Autocontrol emocional
Las personas más felices suelen disponer de un mejor autocontrol emocional, es decir, de un estado de ánimo alto y estable. No pierden el control con facilidad, no se suelen ver afectadas por los pequeños acontecimientos de la vida cotidiana y no tienen un sufrimiento emocional excesivo. Sus sentimientos y emociones son más estables y su estado de ánimo menos variable. No suelen sufrir por lo que no pasa y, por lo general, no anticipan acontecimientos. En estas personas se da menos el sufrimiento por exceso de ansiedad, tristeza, rabia, angustia, ira o cólera.
A efectos prácticos, diferenciamos el autocontrol de la conducta del autocontrol emocional, aunque ambos suelen incluirse dentro del mismo concepto de «autocontrol», para aprender y llevar a cabo el entrenamiento en los aspectos más característicos de cada uno de ellos. Ambos están muy relacionados con el pensamiento. Las formas de percepción y expresión inadecuadas, como las muestras de ira o frustración extremas, pueden motivar problemas de relación. De la misma manera, los grados elevados de ansiedad y tensión pueden interferir en el rendimiento laboral o académico. El exceso de tristeza, angustia o rabia también tiene sus consecuencias sobre la autoestima o la relación con las otras personas.
Con frecuencia suele confundirse el autocontrol emocional con la represión de las emociones al estilo de «los hombres no lloran». Nada más lejos de la realidad, pues las emociones están ahí, tan humanas y naturales en el individuo. Disponer de un buen autocontrol emocional implica estabilidad, control de las circunstancias estresantes. Las experiencias estresantes están causadas muy especialmente por nuestros pensamientos, por la percepción que tenemos de los acontecimientos, aunque también por nuestro cuerpo y nuestro entorno: los ruidos, los horarios, las exigencias que representan las relaciones interpersonales o multitud de presiones y amenazas que debemos soportar sobre nuestra seguridad y autoestima. El estrés fisiológico se da en momentos difíciles como la adolescencia, los accidentes, el envejecimiento y nuestra forma de reaccionar ante los peligros, las demandas y los problemas. Las experiencias estresantes procedentes de nuestro pensamiento dependen, engran medida, de los hábitos mentales, de nuestro estilo cognitivo.
Estilo cognitivo
Las personas más felices acostumbran a tener un estilo cognitivo más positivo. Con mayor facilidad y frecuencia ven los aspectos positivos de los acontecimientos o de los comportamientos ajenos o propios. No tienen por costumbre adelantar mentalmente acontecimientos negativos. No suelen tener pensamientos negativos, catastróficos, desproporcionados o exagerados. En términos generales, no acostumbran a lamentarse de haber exagerado negativamente ciertas situaciones o comportamientos. El Articulo 4 está especialmente indicado para la mejora dé las habilidades cognitivas, que a su vez son de suma importancia tanto para tener o no una alta autoestima, un buen control de la conducta y emocional como para mantener buenas relaciones con los otros.
Relaciones con los otros
Por último, las personas más felices mantienen más y mejores relaciones con las otras personas, tanto en la cantidad como en la calidad. Son personas que acostumbran a estar cómodas ante otros, aunque sean desconocidos, no suelen tener conflictos, expresan con facilidad sus sentimientos y saben defender sus derechos y respetar los de los demás. No podemos decir que tenemos una buena relación con los demás, dado que en el último mes no hemos tenido ningún conflicto, si no hemos salido de la habitación.
Pensamientos y cogniciones
Posiblemente la palabra «pensamiento» no esté bien ubicada en este contexto. Queremos hacer referencia a toda aquella información que de una manera u otra circula por nuestra cabeza. Son las cogniciones. El estudio de la cognición o, simplemente, del pensar ha avanzado increíblemente en los últimos años. Es importante diferenciar los procesos cognitivos de los cognoscitivos, pues en estos últimos el individuo es consciente de lo que sabe mientras que en aquéllos el ser consciente no es una condición necesaria. Es posible, dice LeDoux, tener un sentimiento emocional sin ser consciente del estímulo que lo provoca.
Algunas de las cogniciones son los pensamientos racionales, los pensamientos automáticos, las imágenes, las percepciones, las interpretaciones, las valoraciones y las creencias, sean racionales o no. Son las cosas que pensamos.
2 comentarios:
de donde biene la palabra autocontrol
del mismo lugar que la "b" en "biene"
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