La Inteligencia Emocional

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Reconocimiento externo, autorrefuerzo y otras consecuencias

Publicado por Gonzalo Hernandez |

El comportamiento de las personas está frecuentemente mediatizado por las consecuencias que reciben por parte del entorno. Hay conductas que en sí mismas llevan implícita una consecuencia, como el hecho de comer, la actividad sexual o darse un golpe en la espinilla. En otros casos la consecuencia viene dada por las personas del entorno. Estas consecuencias se pueden clasificar en cuatro grupos:

a) Reforzamiento positivo: implantar consecuencias positivas para el individuo, tanto si se derivan del propio comportamiento como si son proporcionadas por los otros.

Las recompensas aplicadas inmediatamente después de que la persona se comporte de una determinada manera aumentan la probabilidad de que en el futuro vuelva a comportarse de la misma forma. La atención (una palabra, una mirada, un contacto físico) constituye un poderoso reforzador para cualquier persona, pero hay reforzadores más complejos, como el dinero, el poder o la actividad sexual.

El hecho de reforzar y recompensar verbalmente a un niño suele tener diferentes implicaciones en el menor. En primer lugar, aumenta la frecuencia del comportamiento reforzado. En segundo lugar, mejora su autoestima al observar una opinión favorable de él por parte de los mayores. Por último, le afecta en su estilo cognitivo al permitirle disponer de unos parámetros positivos con los que valorarse a sí mismo. Esto en el futuro le permitirá observar sus aspectos positivos. Por todo ello es de suma importancia remarcar aquellas conductas y aspectos positivos de los más pequeños y, si me lo permiten, de los no tan pequeños.

A todos nos resulta agradable y gratificante que las personas de nuestro alrededor nos alaben o señalen aquellas cosas que hacemos bien o simplemente que cumplimos correctamente con nuestras actividades diarias. Esto forma parte del reconocimiento externo y afecta, como decimos, muy positivamente a nuestra autoestima. Las maneras de aplicar o recibir tipos de reconocimiento o refuerzo positivo son dos: el refuerzo positivo propiamente dicho (recibido de las demás personas) y el autorrefuerzo (aplicado por nosotros mismos).

El primero de ellos consiste en valorar, reforzar, alabar o elogiar determinada conducta de una persona que nos satisface porque es adecuada o adaptada a la situación en la que se encuentra. La característica principal para la buena aplicación y eficacia de la técnica es que debe presentarse de forma inmediata, es decir, como consecuencia del comportamiento correcto o adaptado (contingencia). El reforzamiento positivo permite que un comportamiento ya adquirido por el individuo pueda ser mejorado o perfeccionado, o bien que aumente la frecuencia de comportarse de aquella manera. Es una forma de ayudar al establecimiento de hábitos.

El autorrefuerzo forma parte de las recompensas sociales. Las atenciones, los elogios y los premios que nos demos a nosotros mismos son muy importantes para mantener nuestra valoración personal en el lugar adecuado.

b) Sanción: aplicar una consecuencia aversiva, desagradable, o suprimir una consecuencia agradable. A menudo, el castigo está en la vida misma y controla parte de nuestro comportamiento. Pero el uso de la sanción como herramienta educativa implica unos riesgos importantes: el castigo, por sus efectos rápidos, puede llevar a la persona que lo aplica a utilizarlo habitual-mente, consciente o inconscientemente, de forma excesiva y, por tanto, a hacer un menor uso de los reforzadores. Es fácil adquirir la costumbre de utilizar sólo lo que se demuestra eficaz con rapidez y con un nivel menor de esfuerzo. Sin duda, el castigo tiene unos efectos negativos que en algunos casos son importantes y que conviene tener presentes:

1. Provoca la aparición de respuestas emocionales negativas, como ansiedad y miedo, y a largo plazo puede favorecer alteraciones emocionales considerables.

2. Si el castigo se repite con frecuencia suele producirse en la persona castigada una actitud de rebeldía y una tendencia a tomar represalias.

3. El castigo únicamente produce efectos en la disminución de la frecuencia de comportamientos a corto plazo, pero no a largo plazo. Cuando el castigo deja de utilizarse o cuando desaparece la amenaza, la conducta desadaptada puede volver a aparecer y aumentar su frecuencia hasta llegar a niveles similares o superiores a los anteriores a aplicar el castigo.

4. Al castigar se puede producir un efecto de generalización en otros comportamientos que sí son adaptados. Es conocida aquella anécdota de una madre norteamericana que, aconsejada por su psicólogo, ya harta de oír decir tacos a sus hijos, decide que expulsará del comedor a aquel hijo que diga el primer taco. Cuando el hijo mayor le exige a su hermano: «Pásame los jodidos cereales», la madre rápidamente le hace abandonar la mesa. El hijo menor se queda perplejo, ante lo cual su progenitora le inquiere: «Y tú, ¿qué es lo que quieres?». El pequeño, todo convencido, exclama: «Yo... cualquier cosa menos los jodidos cereales».

5. Al actuar como modelos, estamos enseñando, por simple imitación, a hacer lo mismo. El individuo aprende también a castigar y la interacción que a partir de aquí establece con sus iguales puede empeorar considerablemente.

c) Extinción: ignorar la conducta, no adoptar ningún tipo de respuesta. La ignorancia más absoluta es la ausencia total de reacción ambiental. El efecto de ignorar ciertos comportamientos implica, a medio plazo, como la sanción, la disminución o eliminación de aquel comportamiento. Sin duda, la extinción es una técnica eficaz en la modificación del comportamiento siempre que sea posible aplicarla y se haga de manera conveniente.

El procedimiento de extinción sirve para reducir comportamientos no deseables, pero es importante, al mismo tiempo, recompensar y reforzar los comportamientos adaptados, principalmente aquellos que son incompatibles con las conductas perturbadoras o no deseables. Por ejemplo, hablar a la madre con respeto es incompatible con insultarla.

d) Retroalimentación: consiste, básicamente, en proporcionar información al individuo sobre los resultados y/o la forma de su conducta. La retroalimentación sirve para modificar comportamientos, de manera preferente, si se asocia a antecedentes o consecuencias conductuales y, principalmente, si se efectúa de forma pública.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo. Ten tu refuerzo.
Jaja ya, está bien, es muy bueno, la verdad.

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