La Inteligencia Emocional

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Disculparse y pedir Perdón

Publicado por Gonzalo Hernandez |

Una de las habilidades sociales que ofrece mayor dificultad entre algunas personas es la de saber disculparse. Ya en niños pequeños se observa tal dificultad. No vamos a entrar aquí en las causas que la originan. Como siempre, al que más le cuesta suele ser al que más le conviene aprender y practicar. Aprender a disculparnos y pedir perdón es una importante habilidad que, como todas las habilidades sociales, facilita las relaciones, y cuya ausencia puede ser motivo de especiales y específicas dificultades, principalmente en las relaciones de mayor proximidad. Saber reconocer cómo se siente el otro puede facilitar su aprendizaje, puesto que nos posibilita reconocer o detectar los sentimientos y las emociones negativas del interlocutor y nos facilita la disculpa. Cuando sabemos disculparnos, solemos sentimos bien porque expresamos nuestros sentimientos, al tiempo que mejoramos nuestras relaciones. Hacemos que los demás comprendan mejor nuestros sentimientos y aprendemos a reconocer los sentimientos de los demás, lo cual repercute en una mejor calidad en la relación con nuestros semejantes.

Presentar una queja

¿Tenemos derecho a quejarnos cuando alguien hace algo que no nos gusta? ¿Podemos quejarnos o presentar una reclamación ante lo que consideramos abusivo, inadecuado o molesto? Evidentemente tenemos derecho a quejarnos y a no sentirnos mal cuando lo hacemos. Expresar quejas es una habilidad imprescindible para nuestro desarrollo emocional; pero requiere de tacto para hacerlo en el momento adecuado, y siempre debe tener una intención positiva y constructiva. Cuando conseguimos expresar una queja, reducimos la rabia, el miedo o la ansiedad. Además, presentar una queja o una reclamación es un derecho que debemos ejercer con cierta frecuencia y es importante saber realizarlo de forma adecuada. Una correcta y ponderada práctica de esta habilidad conlleva una mejora no sólo en las relaciones sociales, sino también en el desarrollo de nuestra autoestima, ya que mejora nuestra imagen respecto a la capacidad para la autodefensa.

Dar una negativa o decir «No»

La habilidad para rechazar o negarse a las peticiones de otro de forma que no se sienta personalmente rechazado, castigado o humillado requiere en primer lugar una adecuada expresión de nuestros sentimientos en relación con lo que nos están pidiendo. Hay que recordar que el otro siempre se sentirá mal ante cualquier respuesta nuestra si su percepción es nega tiva. Es decir, sus sentimientos dependen de el Sin embargo, es sumamente necesario que la negativa se exprese en los términos adecuados, independiente de la respuesta del otro, pues son muchos los momentos en la vida en los que debemos defendernos asertivamente de las presiones externas. En caso de no hacerlo, lo más probable es que nos sintamos frustrados o resentidos y, en todos los casos, impotentes.

Cuando aprendemos a decir «No» es importante saber escoger las palabras adecuadas para expresarlo de forma correcta y en el momento oportuno. Esto implica expresarnos sin culpabilizar o acusar, centrando el mensaje en nuestra opinión, nuestros sentimientos o nuestra decisión. Cuando defendemos nuestro derecho a decir «No» los otros saben cuáles son nuestros sentimientos, nuestras opiniones y nuestras decisiones, y ello suele conllevar sentimientos positivos. Por otro lado, aumenta la probabilidad de no tener que repetir la situación. En caso contrario, si no informamos o lo hacemos de una forma poco adecuada, aumenta la probabilidad de perpetuar la situación, ya que el interlocutor no conoce nuestra posición, nuestros deseos o decisiones. Ante una correcta negativa y una adecuada expresión de los sentimientos aumenta la probabilidad de que no nos vuelva a pedir aquello que estamos rechazando.

Pedir un favor y pedir ayuda

Obtener o no cualquier cosa depende de cómo lo pidamos. Pedir las cosas de forma adecuada y expresando exactamente lo que queremos hace que el otro sepa lo importante que es para nosotros lo que estamos solicitando. Es decir, es recomendable, para conseguir aquello que deseamos, tener empatia con el interlocutor. Por supuesto, también es una hábil id.id que nos facilita la interacción con los otros y que nos ayuda en la mejora de nuestras relaciones sociales.

Cuando expresamos nuestras peticiones de forma adecuada, es decir, asertivamente, aumentan las probabilidades de conseguir lo que pretendemos, y ello nos ayuda a mejorar socialmente, así como a mejorar nuestra capacidad para influir en los demás y nuestra autoestima. Debemos prever las posibles respuestas ajenas, entre las que hay que contemplar una posible negativa. Si las cosas suceden así, debemos asegurarnos de que el interlocutor ha entendido correctamente lo que le pedimos expresándonos más claramente y cuestionarnos si hemos elegido el momento adecuado. En cualquier caso, debemos recordar que nuestros objetivos, nuestro comportamiento, dependen de nosotros, no así los de los demás.

Preguntar «Por qué»

Parte del aprendizaje socioemocional de todos nosotros pasa por adquirir información sobre los otros y sobre el entorno, y una buena manera de aprender es preguntando. De hecho, es la habilidad para ejercer el derecho a pedir información. Esta información, además, puede ayudarnos a aclarar ambigüedades, errores y malentendidos que dificultarían nuestras relaciones posteriores.

Podemos preguntar «Por qué» de formas muy distintas, pero es preferible que, cuando lo hagamos, especifiquemos el motivo por el cual pedimos esta información. Aprender a preguntar «Por qué» nos permiw-conocer los motivos que llevan a alguien a pedirnos algo, nos ayuda a tomar decisiones sobre qué hacer y a comprender lo que se espera de nosotros. Cuando no lo preguntamos, podemos hacer algo sin saber por qué, y a las personas no nos suele gustar no comprender lo que tenemos que hacer ni por qué debemos hacerlo.

Solicitar un cambio de conducta

A veces la manera de actuar de nuestra pareja, de nuestros amigos o de nuestros compañeros nos molesta, pero ¿cómo decírselo sin herirle o humillarle, o sin crear conflicto? Una vez más aprender y disponer de unas adecuadas habilidades sociales desempeñan un papel importante a la hora de establecer una buena relación con los demás. Si no disponemos de ellas o no las utilizamos, sólo nos queda la resignación, que, a su vez, suele comportar sentimientos y emociones negativas, como ansiedad, rabia, ira e impotencia. Así pues, debemos conseguir que nuestro interlocutor esté informado, sin culpabilizaciones, de nuestros sentimientos y, en función de cuáles sean éstos, solicitar el cambio. Cuando nos expresamos así, el resultado suele ser muy positivo puesto que conseguimos que nuestro interlocutor sepa lo que deseamos al tiempo que le hablamos del problema con cortesía y respeto, lo que hace más probable que modifique su comportamiento. La percepción de nuestra habilidad para solicitar un cambio en el comportamiento y las actitudes de los demás tiene unas evidentes consecuencias positivas en las personas que la han aprendido y la practican.

Defender los propios derechos

Para aprender y practicar la defensa de nuestros derechos es indispensable que los tengamos claros y presentes, es decir, previamente debemos aprender a recordarlos y reclamárnoslos. Defender nuestros propios derechos implica informar y reclamar nuestros derechos a los demás cuando no nos sentimos tratados de forma justa, cuando hacen algo con lo que no nos sentimos bien o, simplemente, cuando no sentimos respetados nuestros derechos, ya sea intencionada o accidentalmente. Sobre cuáles son nuestros derechos ya hemos hablado anteriormente y a ese apartado nos remitimos. El hecho de aprender esta habilidad suele producir, en el que la practica, un aumento de su autoestima y un mayor sentimiento de defensa y fortaleza.

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