La Inteligencia Emocional

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Empatia

Publicado por Gonzalo Hernandez |

Un antiguo y sabio proverbio dice que es imposible comprender a nadie sin ponerse en su lugar. La empatia debe entenderse aún más allá del conocido «ponerse en el lugar de los otros». La empatia es el valor por excelencia en cualquier tipo de relación entre seres humanos, pues también incluye el respeto y la tolerancia. Además, practicar la empatia nos permite el autocontrol emocional ante los otros. La empatia es la habilidad, la sensibilidad, para tener presentes las emociones, los sentimientos y las necesidades de los demás. Ha sido histórico el uso del miedo para conseguir comportamientos supuestamente respetuosos. Hoy sabemos que el miedo no es un buen elemento educativo. Lo que nos ha de ayudar a autocontrolar y respetar es la práctica de la empatia.

Ciertos estudios avalan que la empatia es un rasgo que ya se observa desde los primeros días de vida del niño. Se puede nacer con unos rasgos de temperamento más o menos empáticos. Sin embargo, ello no impide que se pueda aprender y, por tanto, enseñar. Para la formación de la empatia es importante la conciencia de uno mismo. Cuanto más conscientes y conocedores de nuestros propios sentimientos y emociones seamos, más hábiles en comprender los de los demás seremos. El aprendizaje de la empatia se inicia con el propio conocimiento y sigue con el reconocímiento de los signos emocionales de las otras personas, con la identificación con los otros, con sentir sus sentimientos y con la habilidad de ver las cosas desde la perspectiva del otro. Todo ello mejora la capacidad de prever los sentimientos de los demás. A partir de los 10 u 11 años los niños ya pueden disponer de la capacidad de imaginarse a sí mismos con las circunstancias y emociones de otra persona. Una palabra clave en el aprendizaje de la empatia es la compasión entendida como sentimiento de acercamiento y valoración del sufrimiento ajeno y el deseo de aliviarlo.

Hablar al pequeño de sus emociones y sentimientos y de los de los demás e intentar que se identifique con otro es una buena manera de promover la empatia. Hablar a los niños y adolescentes de nuestros sentimientos nos permite poder pedirles que los tengan en cuenta, tanto si se trata de sentimientos negativos como si es el caso de los positivos. Podemos pedirles que piensen en las emociones, los sentimientos y las necesidades de terceros, recordarles que tengan presentes estos aspectos antes de hablar y que tengan en cuenta cómo les gusta a ellos que los demás tomemos en consideración los suyos. Proporcionar la oportunidad de ayudar a otros y enseñar a observar los sentimientos positivos que ello puede promover también facilita el desarrollo de la empatia. Estas prácticas deben realizarse de forma habitual a lo largo de la vida cotidiana, obviamente de forma muy especial con niños y adolescentes poco dados a mostrar empatia.

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