La Inteligencia Emocional

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8:22

Las atribuciones y el locus de control

Publicado por Gonzalo Hernandez |

El hombre no se ve distorsionado por los acontecimientos, sino por la visión que tiene de ellos.

Epicteto

Aleix era un paciente que asistía a la consulta por presentar un trastorno depresivo. Su sufrimiento emocional era continuo y su padecer, profundo desde hacía tanto tiempo que su memoria no alcanzaba a recordar. Era hijo único y había tenido una infancia solitaria. Tenía unos 40 años y estaba casado con Julia, con la que tenía dos hijas de 10 y 12 años. En una de las sesiones terapéuticas mantuvimos un diálogo como el siguiente, aunque tengamos que recordar aquello que dicen en italiano de «se non é vero, é ben trovato»:

—Ayer me sentí muy mal. Acabé encerrado en mi habitación llorando toda la tarde.

—¿Y qué motivó ese malestar? —pregunté.

—Al llegar del trabajo entré en casa y me encontré con que mis hijas estaban viendo la televisión. Me acerqué a ellas mientras me quitaba el abrigo. Las saludé esperando que se levantaran para darme un beso de bienvenida. Pero no me hicieron ni caso. Ni siquiera contestaron a mis palabras.

—Y te sentiste mal, ¿no?

—Sí, así fue.

—¿Te sentiste ignorado, despreciado, que no eras nada para tus hijas? —comenté.

—Me sentí profundamente triste. Pensé que yo debía importarles poco si preferían seguir viendo la televisión.

—¿No podías pensar que si no te respondían quizás era porque estaban interesadas en lo que daban en esos momentos?

Probablemente Aleix no podía pensar así. Él siempre partía de la idea, del convencimiento, de que «si alguien te quiere, debe demostrarlo en cualquier momento». Algo así como una competición: si prefieren la televisión es que no me quieren. Y si no me quieren, ¿qué hago yo en este mundo?... De igual manera hay otras creencias sumamente específicas: «Si mi pareja hace esto o aquello es que no me quiere» o «Si no hace lo que quiero es que no le importo» o «Si la gente me interrumpe es que no me respeta». Hay infinidad de creencias de este estilo que nos condicionan y condicionan nuestro estado de ánimo.

La relación que establecemos entre un hecho y una causa es una atribución. La solemos utilizar para determinar las causas de lo que nos sucede. Mentalmente atribuimos causas a los acontecimientos. Las atribuciones son, por tanto, cogniciones que pueden hacernos sentir mal en situaciones que deberían ser satisfactorias o hacernos sentir peor y desproporcionadamente en relación con lo sucedido. Una de las dimensiones de las atribuciones es el locus de control, que puede ser interno o externo. Se habla de locus de control interno cuando la persona atribuye la causa de un hecho a la misma persona que lo vive. El locus de control externo es j el que asigna la causa de un hecho fuera de la esfera de control de la persona. Atribuir el control interno o externo de forma adecuada nos facilita la vida; hacer lo contrario nos la suele complicar. Que una persona se atribuya el control de la lluvia puede generarle ciertos problemas. Pero seguro que se dificulta el aprendizaje emocional quien atribuye su estado de ánimo a acontecimientos externos, al comportamiento de los demás, al azar o a un supuesto determinismo biológico, sin tener él control de ningún tipo. Sin duda, nuestro estado de ánimo depende en gran medida de nosotros. Como ya decía Epicteto, el hombre no se distorsiona por los acontecimientos, sino por la visión que tiene de ellos. Así pues, es del todo importante tener claro que podemos aprender a controlar nuestro estado de ánimo, nuestras emociones; no estamos indefensos ante el azar de los acontecimientos.

1 comentarios:

Jose dijo...

Interesante, gracias por compartir.

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